Cada comienzo de año nos pone frente al desafío de evaluar acciones. Esto exige un ejercicio de pensamiento profundo y de autocrítica. Y este ejercicio se repite año a año, cíclicamente. Pero cada año es distinto, porque suma nuevas sensaciones, nuevas alegrías y nuevas ganancias, también pérdidas y sinsabores profesionales y personales. Cada año tomamos nuestra experiencia y la revitalizamos con experiencias y aprendizajes que dan impulso a nuestro crecimiento, como un espiral, que en cada vuelta vuelve a pasar por un mismo punto, pero ansiosos por nuevos impulsos.
Muchos hemos enfrentado grandes pruebas este año, ya sea de paciencia, de tolerancia, de valentía, de lealtad, de perdón, de constancia, de voluntad, etc. Del tipo de pruebas de las que no se sale ileso sin haber aprendido algo, sin haber crecido al menos un poco. Dichas pruebas son las que miden nuestro temple y nos preparan para nuevos futuros, quizás por eso, sin desearlas, las terminamos buscando.
Por lo anterior felicito a aquellos que tuvieron suerte y no se presentaron dichas pruebas, por mantenerse estables; a los que sí y salieron airosos, por haber evolucionado; a los que fracasaron en ellas, por tener la oportunidad de pensar en los errores y aprender de ellos; y a los que aún no salen a flote de su montaña de excremento, por disfrutar de un aprendizaje permanente.
Una vez más a todos mis amigos que a diario me visitan virtualmente les envío mis felicitaciones de fin de año, mis bendiciones y los más sinceros deseos de que su vida transcurra según deseen en éste nuevo año que se avecina en unas cuantas horas más.
Son los más sinceros deseos de su amigo Raulín.
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