Spiga

Cómo me duele quererte

Es sábado por la mañana y me encuentro tumbado en la cama con una reverenda resaca producto de las cuatro botellas (de tres litros cada una) de trago corto (que más parecía alcohol de hospital) después de la pichanga. Mi cuerpo no ha soportado la tranca del fin de semana y ha caído abatido, extenuado, destrozado presa de un dolor general en todo el cuerpo, la cabeza me esta por explotar y me duele hasta el pelo. Es toda una tortura. Juro no volver a tomar nunca más (al menos por esta semana).



No se si lo que más me molesta es el decaimiento temporal de mi salud o esta puta inutilidad y dependencia o la sensación de estar más solo que un naufrago en una isla perdida. Hace tiempo que no añoraba tanto la compañía de alguien. No tengo ni siquiera un perro que me ladre. Es en momentos como estos que reclamo a los cielos una mujer, alguien que me engría, que me cuide, que me llene de mimos, que me de delicados masajes en todo el cuerpo, que me acaricie la cabeza, que me acurruque, que me cante una canción para dormir, que me rasque la espalda allí donde mis manos no llegan, alguien con quien pueda tener ese toque de complicidad, atención, compañía, intimidad, tranquilidad y sobretodo inspiración.  

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